La soledad es la próxima pandemia que amenaza nuestra sociedad. Cada vez hay más personas que tienen menos interacciones sociales, pasan más tiempo solos y declaran tener menos amigos íntimos. Y no es solo una consecuencia de la pandemia de coronavirus: aunque los últimos años seguramente hayan acelerado el proceso, la realidad es que la transición hacia una vida más solitaria lleva años produciéndose poco a poco.
El 77% de los españoles considera que la soledad no deseada es un problema social importante. Y un reciente estudio de 40dB. para El País revela que los menores de 25 años se sienten más solos que los mayores de 65. Ese mismo informe demuestra que quienes se sienten solos dedican más horas al día a las redes sociales y a los foros de internet y usan más a menudo apps para conocer gente o ligar. Por contra, hacen menos vida en común en espacios públicos.
El problema va a más, y afecta especialmente a las capas más jóvenes de la sociedad.
Al otro lado del Atlántico, un informe sobre Estados Unidos concluye que allí han disminuido las actividades sociales de todo tipo y compara el impacto en la salud de esta creciente soledad con fumar 12 cigarrillos al día. Según mis propias investigaciones, los estadounidenses están inmersos en una «recesión de la amistad», que se traduce en tener cada vez menos amigos íntimos. Esta creciente ola de aislamiento es especialmente grave entre los jóvenes: el tiempo que pasan los chavales de entre 15 y 24 años con sus amigos ha disminuido considerablemente en las 2 últimas décadas, según el informe: de una media de 2,5 horas al día a solo 40 minutos.
Parece como si todo en la vida moderna conspirara para perpetuar el problema de la soledad, desde el diseño de nuestra tecnología hasta el lugar donde construimos nuestras casas. Ya sabemos lo adictivas que pueden ser las redes sociales: casi uno de cada 3 estadounidenses afirma estar conectado «casi constantemente», según el Pew Research Center, mientras que un estudio de 2018 realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania demostró que las redes sociales ayudan a alimentar los sentimientos de soledad.
El último avance que amenaza con agravar aún más esta crisis de soledad es el auge de la inteligencia artificial. El lanzamiento de ChatGPT a finales de 2022 ha provocado mucho interés por la posibilidad de integrar chatbots basados en IA en nuestras vidas. Derek Thompson, escritor de The Atlantic, sugiere que la IA ahora mismo es fundamentalmente un pasatiempo, una pérdida de tiempo. Puede que sea cierto, pero como nos han demostrado tecnologías anteriores, es crucial hacer balance de las formas en que podría cambiar nuestras vidas antes de que se haga omnipresente.
Ya hemos visto cómo la dependencia de la tecnología puede afectar a nuestra salud mental, y ahora los chatbots y otros programas de IA podrían reemplazar aún más las interacciones sociales que nos ayudan a construir comunidad. Muchos ya comparten esta preocupación: una reciente encuesta del Pew Research Center revela que una de las principales preocupaciones respecto a la IA es la «falta de conexión humana» inherente a la tecnología.
Nuestro tiempo en la Tierra es limitado. Aunque la comodidad de la IA puede aportar muchas ventajas, no puede sustituir el tiempo que pasamos con personas reales y vivas.
¿Qué perdemos cuando perdemos las pequeñas interacciones?
Los seres humanos han utilizado la tecnología para realizar tareas peligrosas, monótonas y de poca importancia durante generaciones. Y no cabe duda de que hay áreas en las que los chatbots de IA podrían ser útiles, especialmente en lo que se refiere al mundo de los negocios. Los desarrolladores utilizan la IA para agilizar el proceso de programación, los abogados para redactar informes jurídicos y algunas empresas están experimentando con las funciones de atención al cliente. Aunque los casos de uso podrían mejorar los resultados de una empresa, es importante tener claros los problemas que surgen al utilizar la IA para sustituir los intercambios sociales rutinarios.
Ninguna interacción humana carece de sentido. Los pequeños actos de bondad (o crueldad) pueden tener efectos de gran alcance, e incluso las relaciones con personas que no conocemos bien pueden ser valiosas. Los sociólogos han bautizado estos breves encuentros como «lazos sociales débiles»: una breve charla con un vecino, un cumplido de un desconocido o un «cómo te va» de un camarero. Aunque parece trivial, sus beneficios son considerables. Los sociólogos Eric Klinenberg y Jenny Leigh entrevistaron a ciudadanos de Nueva York que vivían solos en pandemia, y descubrieron que la gente echaba de menos estar rodeada de esos «desconocidos familiares», una experiencia que les daba una sensación de lugar y pertenencia.
Los estudios han demostrado que interactuar con un amplio abanico de personas nos hace más felices, y mi propia investigación personal dice que cuando se trata de amistades, más es mejor.
Uno de los aspectos más importantes de los vínculos sociales —sean fuertes o débiles— es que tenemos acceso a lugares y personas que no conoceríamos de otro modo. Con ellas, puede surgir una oportunidad laboral o la pertenencia a una comunidad como un club de lectura o una liga deportiva. En una encuesta realizada en 2021, descubrimos que casi la mitad de los adultos jóvenes hicieron un amigo íntimo a través de su red de amistades actual.
Nuestras amistades actuales originan nuevas amistades.
Utilizar la IA para automatizar estas interacciones privaría a las personas de estos beneficios. La pandemia ya nos dio una idea de lo que ocurre cuando estos lazos se debilitan: un número mayor de ataques de pánico en los aeropuertos, peleas más frecuentes en las escuelas y un aumento generalizado del comportamiento antisocial, entre otras cosas. Cuando pasamos menos tiempo con los demás, perdemos práctica en llevarnos bien. Por eso la IA es un sustituto tan pobre de las interacciones en el mundo real.
Necesitamos pasar más tiempo juntos.
Intimidad artificial
El cambio hacia la IA no es solo una posibilidad teórica: algunos emprendedores y empresas ya están trabajando para crear conexiones impulsadas por chatbot. Caryn Marjorie, una influencer de 23 años con más de 1,8 millones de seguidores en Snapchat, acaba de lanzar CarynAI, una «experiencia inmersiva de IA» con vídeos de Marjorie que, según ella, ofrece una «novia virtual» a quienes estén dispuestos a pagar un dólar por minuto. Según su web, el chatbot GPT-4 replica la voz y la personalidad de Marjorie hasta el punto de que parece que «estás hablando directamente con la propia Caryn». Aunque Marjorie puede obtener beneficios (estimó que el chatbot podría generar 5 millones de dólares de ingresos mensuales), también afirma que el objetivo de desarrollar el avatar de IA era «curar la soledad» de su abrumadora base de seguidores masculinos.
Aunque ha suscitado mucha atención, CarynAI no es el primer intento de ofrecer compañía a través de un chatbot. Replika es otro chatbot de IA para personas que están «solas, deprimidas o tienen pocas conexiones sociales» lanzado en 2017. La empresa detrás de Replika tiene más de 10 millones de usuarios registrados, y el chatbot recibe millones de mensajes cada semana. Snap desplegó hace poco su propio chatbot de IA, llamado My AI, destinado a complementar las interacciones sociales en la aplicación. En una entrevista con The Verge, el CEO de Snap, Evan Spiegel, dijo lo siguiente: «La gran idea es que, además de hablar con nuestros amigos y familiares todos los días, vamos a hablar con la IA todos los días».
Un problema que ya es evidente es la cantidad de tiempo que los usuarios pasan con chatbots como CarynAI. Aunque muchos de ellos están diseñados para interrumpir las conversaciones tras un periodo de tiempo determinado, no hay límites impuestos, y la responsable de Marjorie declaró a The Washington Post que muchos fans ya pasan horas al día compartiendo pensamientos y sentimientos íntimos con el bot.
En lugar de utilizarla para despojar a los usuarios de su humanidad, la tecnología de IA debería potenciar las oportunidades sociales
Al menos en sus primeras iteraciones, los chatbots parecen ofrecer el siguiente paso en la creación de experiencias individualizadas: otra forma de moldear nuestro mundo según nuestras preferencias y reflejar nuestros propios pensamientos. Replika promete que «siempre está aquí para escuchar y hablar. Siempre de tu lado». Pero no es un modelo realista. Las relaciones deberían construirse sobre una base de dar y recibir y obligación mutua, no de manera unidireccional. En una crítica de Replika, Joshua Bote, del San Francisco Chronicle, lo explicaba: «Replika, en su total lealtad a sus usuarios, sirve sobre todo como un recipiente para sus deseos y necesidades». Es poco probable que el chatbot pida un favor a un usuario, y mucho menos que le anime a tener un comportamiento destructivo o egoísta.
Como argumenté en una reciente newsletter, este tipo de relación unidireccional es un pobre sustituto de la amistad tradicional:
«Las relaciones que importan son formativas. Nos cambian. Nos brindan la oportunidad de practicar el perdón, la paciencia y la bondad. Las relaciones más valiosas son las que nos motivan a ser mejores. Las relaciones que no requieren empatía y comprensión nos roban precisamente lo que las hace tan importantes»
La mayoría de nosotros no nos convertimos en mejores personas por pura fuerza de voluntad. Nuestros vínculos nos dan motivos para tomar decisiones difíciles y hacer cambios. Hacemos sacrificios por las personas que queremos y que nos quieren.
Al hacerlo, podemos convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Un problema para la generación Z
Cuando éramos pequeños, mis hermanos y yo nos quejábamos a mis padres de que nos aburríamos. Después de explicarnos que no era su problema, nos echaban fuera y nos íbamos a pasear por el barrio. A veces nos encontrábamos con amigos o hablábamos con los vecinos. Otras, íbamos en bicicleta a algunas tiendas locales. Ese mundo de interacción casual en el que crecimos mis hermanos y yo está desapareciendo. Sobre todo los adolescentes, pasan mucho menos tiempo con los demás en el mundo real. A finales de la década de 1970, más de la mitad de los estudiantes de último curso de secundaria veían a sus amigos todos los días, pero esa cifra se redujo a solo el 28% en 2017. Hoy en día, los chavales pueden navegar por Internet sin límites desde su dormitorio.
La generación Z puede estar especialmente predispuesta a buscar relaciones con avatares generados por IA. No solo se sienten más cómodos utilizando la tecnología, en comparación con generaciones anteriores, sino que los adultos jóvenes también participan con menos frecuencia en actividades sociales tradicionales como las cenas familiares, ir a misa o practicar deportes. En un estudio de 2021, descubrimos que solo el 38% de los miembros de la generación Z crecieron comiendo a diario con su familia. En cambio, más de 3 cuartas partes (76%) de los baby boomers afirman que comían a diario con su familia cuando eran jóvenes. Las actividades sociales más estructuradas, como los deportes juveniles, están experimentando un rápido declive.
Los jóvenes no solo entran en la edad adulta con menos amigos íntimos que en el pasado, sino con menos oportunidades de forjar nuevas conexiones sociales. Aparte de las redes sociales, cada vez utilizan menos opciones para relacionarse con sus iguales. Pero las redes presentan sus propios riesgos. Según el estudio mencionado al principio, representan un «profundo riesgo de daño» para la salud mental de los adolescentes, que ha empeorado en los últimos años.
La posible solución que puede ofrecer la IA
Esto no significa que no haya oportunidades para que la IA enriquezca nuestras vidas. La Universidad de Brown y la empresa de juguetes Hasbro recibieron una subvención de un millón de dólares de la Fundación Nacional de la Ciencia para desarrollar mascotas con inteligencia artificial que ayuden a las personas mayores con tareas cotidianas, como recordar tomar la medicación. Mi colega Brent Orrell escribió recientemente sobre cómo los chatbots de IA podrían permitir a las personas neurodivergentes desenvolverse mejor en dinámicas sociales difíciles.
Al investigar los nuevos chatbots de IA, me sorprendió la oportunidad perdida de forjar nuevas conexiones. ¿Y si en lugar de sustituir las conexiones humanas de las que carecen las personas, los chatbots pudieran conectar a las personas solitarias entre sí en un intento de fomentar las conexiones personales? Imagina un chatbot de IA que identifique a gente con intereses o necesidades similares y, a continuación, facilite una presentación y fomente las interacciones sociales en el mundo real. Como tener un amigo común. En lugar de utilizarla para despojar a los usuarios de su humanidad, la tecnología debería potenciar las oportunidades sociales.
Aunque la IA puede tener sus ventajas, mis propios estudios sobre la conexión humana y nuestra vida social me preocupan a la hora de confiar en ella para evitar las desagradables realidades de la existencia humana. Nadie pasa por la vida sin sentirse solo en algún momento. Es una experiencia humana fundamental y universal. El objetivo no debería ser evitar estos sentimientos, sino utilizar estas experiencias para tomar decisiones informadas sobre cómo queremos vivir y qué es lo que realmente nos importa.
La inteligencia artificial está a punto de transformar la sociedad, pero hacer las cosas más fáciles no siempre es una mejora, especialmente cuando se trata de interacciones. Como señala el sociólogo Klinenberg: «La eficiencia es enemiga de la vida social». La solución a la soledad no es desarrollar distracciones sociales cada vez más ingeniosas, sino salir a la calle y pasear. Lo que necesitamos ahora más que nunca son espacios públicos seguros y accesibles para que la gente pueda usarlos.