En los últimos meses he estado dándole vueltas a una serie de estudios realizados por economistas sobre el valor de la inteligencia artificial en el ámbito laboral. ¿Cuánto ayuda la IA a los profesionales cualificados a realizar su trabajo? Los aumentos de productividad que han constatado son sustanciales: está claro que la IA nos hace trabajar mejor y más rápido. Las cifras han llevado a los optimistas de la IA a predecir un boom económico y a los pesimistas de la IA a preocuparse por un futuro con menos puestos de trabajo.
Pero detrás de esas cifras, enterradas un poco más profundamente en los estudios, está el hallazgo que me interesa. La cuestión no es cuánto ayuda la IA en la oficina, sino a quién ayuda y por qué.
Los estudios indican que la IA nos hace más productivos de una forma extraña. No ayuda a todo el mundo a mejorar en su trabajo. En su mayor parte, impulsa a los trabajadores que son malos en su trabajo, mientras que hace poco por ayudar —o incluso obstaculiza— a los que ya son productivos de por sí. En otras palabras, la IA aumenta la productividad general reduciendo la brecha entre los que rinden más y los que rinden menos. Está igualando el trabajo cualificado, una amplia franja de la economía que siempre se ha basado en el supuesto de que algunas personas son intrínsecamente mucho, mucho mejores en su trabajo que otras.
Antes de entrar en las implicaciones más diversas de los estudios, empecemos por repasar sus conclusiones. Los economistas han analizado el impacto de la IA en seis áreas de trabajo diferentes:
Escritura creativa. Los investigadores encargaron a personas que escribieran un relato corto, con y sin la ayuda de una herramienta de IA para generar ideas. Los que no tenían ingenio propio resultaron hasta un 11% más ingeniosos y un 23% más amenos con la ayuda de la IA. Pero la herramienta no benefició a los que ya eran creativos por sí mismos.
Informes de oficina. Los investigadores hicieron que los sujetos completaran tareas de redacción habituales en trabajos profesionales: comunicados de prensa, informes breves, correos electrónicos delicados. El acceso a la IA hizo que todos fueran más rápidos, independientemente de su nivel de habilidad, en una media del 37%. Pero en lo que respecta a la calidad de la escritura, la IA ayudó sobre todo a los que tenían un rendimiento más bajo.
Programación. Los ingenieros de software con menos años de experiencia profesional en programación se beneficiaron mucho más del acceso a GitHub Copilot, un asistente de programación de IA, que los programadores veteranos.
Asesoramiento en gestión. Los investigadores evaluaron a consultores profesionales en 18 tareas intensivas en conocimientos similares a las que realizan en su trabajo. El acceso a GPT-4 aumentó las puntuaciones de los consultores de bajo rendimiento en un 43%, frente a sólo un 17% para los de alto rendimiento.
Facultad de Derecho. Los investigadores administraron un examen a estudiantes de Derecho con y sin GPT-4. Los estudiantes de los últimos puestos de la clase obtuvieron un gran aumento de rendimiento. Sin embargo, el acceso a la herramienta perjudicó a las notas de los estudiantes más destacados de la clase.
Trabajo de atención telefónica. Los investigadores midieron los efectos de una herramienta de IA adaptada que se introdujo en un call center real. Los trabajadores principiantes y poco cualificados se volvieron un 34% más productivos, mientras que los que tenían más experiencia y habilidad vieron pocos beneficios. El acceso a la IA incluso perjudicó ligeramente a los más productivos en algunos aspectos, como la calidad de la conversación.
Así que sí, la IA aumenta la productividad en una amplia variedad de tareas de oficina comunes, desde el trabajo repetitivo en los centros de llamadas mal pagados hasta las tareas complicadas en las empresas de gestión de élite. Y aunque la mayoría de los estudios eran experimentos hipotéticos en un laboratorio —lo que hace difícil extrapolar sus conclusiones al mundo real—, el estudio del centro de atención telefónica analizó el rendimiento laboral real en una empresa real. Pero lo que más debería interesarnos es cómo la IA aumenta la productividad.
En conjunto, los estudios demuestran que, al favorecer desproporcionadamente a los de abajo, esta nueva generación de herramientas de IA está reduciendo las diferencias en el rendimiento laboral. En tan solo unos meses, ya está haciendo lo que décadas de educación no han conseguido: está igualando el mercado laboral.
Cuando te paras a pensar en cómo funcionan los grandes modelos lingüísticos (LLM, por sus siglas en inglés), este hallazgo tiene sentido. Básicamente, los LLM reproducen lo que ha funcionado antes: cosas que pueden servir de gran ayuda a los que rinden menos, pero que los que rinden más ya conocen. Si le das un bastón a todo el mundo, los más lentos caminarán más rápido. Pero no servirá de mucho para Usain Bolt, e incluso podría ralentizarle.
Esto va en contra de la forma en que estamos acostumbrados a pensar sobre la tecnología en el entorno laboral. En las últimas décadas, las nuevas tecnologías, como los robots industriales, el ordenador personal e internet, han ayudado de forma desproporcionada a los trabajadores altamente cualificados con titulación universitaria, pero han hecho poco por ayudar (o, según a quién se pregunte, han perjudicado) a los menos cualificados y con menos estudios. Los economistas llaman a esto cambio tecnológico sesgado por la cualificación, y es una de las principales razones por las que la desigualdad de ingresos ha crecido tanto desde la década de 1980.
Lo que nos lleva a las implicaciones globales derivadas de los estudios. Si la IA aumenta la productividad de los trabajadores de bajo rendimiento y los equipara a las superestrellas, ¿cómo va a cambiar el trabajo cualificado tal y como lo conocemos?
Una posibilidad es que la IA ayude a invertir el creciente abismo de desigualdad de ingresos en países como Estados Unidos. Parte de la desigualdad actual se debe a las enormes diferencias salariales que existen en muchas profesiones de élite: por ejemplo, entre una superestrella de la ingeniería informática, capaz de producir miles de líneas de código en un abrir y cerrar de ojos, y un técnico de rendimiento medio. Es de suponer que la superestrella cobra más porque es mucho mejor en su trabajo que los demás. Pero si la inteligencia artificial hace que todos los programadores puedan trabajar a toda máquina, será mucho más difícil para los peces gordos justificar sus sueldos astronómicos.
El estudio de la Facultad de Derecho aborda este tema. La profesión jurídica tiene una separación muy conocida entre los abogados de élite y los que no lo son en cuanto a salario y oportunidades profesionales», escriben los autores. «Al ayudar a subir a los de abajo (e incluso potencialmente bajar a los de arriba), las herramientas de IA podrían ser una fuerza significativa para la igualdad en el ejercicio de la abogacía».
Pero la verdadera promesa de la IA reside en reducir las desigualdades no dentro de las profesiones, sino entre ellas. En Estados Unidos, los desarrolladores de software ganan, de media, 5,5 veces más que los trabajadores del sector de la comida rápida. Si la IA hace que sea más fácil para un trabajador de comida rápida pasar a un trabajo de programación, entonces empezaremos a ver realmente cómo se reduce la diferencia de ingresos. El estudio de GitHub Copilot apuntaba a ello: descubrió que la herramienta beneficiaba mucho más a los programadores novatos que a los expertos. Eso podría reducir la barrera de entrada para toda una nueva generación de aspirantes a ingenieros.
Si ya eres uno de los programadores mejor pagados, probablemente esto no sea una buena noticia. Los programadores cobran tanto porque hay muy pocos. Al permitir que montones de personas se incorporen a la profesión —y al convertir a los programadores de mala calidad en programadores decentes—, es casi seguro que la IA reducirá los altísimos salarios de los que están en la cima de la profesión. La educación y la experiencia no contarán tanto como antes.
Hay que admitir que este escenario que he planteado es una visión optimista de cómo afectará la IA a los salarios. Si ayuda a elevar el nivel de cualificación de los programadores, también aumentará su salario, ¿no?
No necesariamente. Hay otra forma en que la IA podría reducir la desigualdad salarial: podría reducir el salario de los que más ganan sin hacer mucho para aumentar los salarios de los de abajo. A medida que aumente la productividad, los empresarios podrían optar por embolsarse las ganancias, reduciendo el techo salarial en lugar de elevar el suelo salarial. En este escenario, tendremos menos desigualdad de ingresos gracias a la IA. Pero todos ganaremos menos.
Por desgracia, parece que así es como la IA está afectando al mercado laboral hasta ahora. En un estudio, unos investigadores han analizado lo que les ha ocurrido a los autónomos de la plataforma online Upwork, que ofrecen los servicios más afectados por herramientas de IA como ChatGPT. El número de trabajos en la plataforma disminuyó, y también lo hicieron los ingresos. Los que más ganaban fueron los más afectados. Los mejores trabajadores autónomos entre los que ofrecían servicios basados en imágenes recibieron un 7% menos de trabajos y vieron cómo sus ingresos se desplomaban en un asombroso 14%.
En términos económicos, la inteligencia artificial no está mejorando la mano de obra, sino eliminándola. Al mercantilizar el talento de los mejores ilustradores, disminuye su salario, del mismo modo que los telares mecanizados destruyeron los medios de subsistencia de los tejedores artesanos al comienzo de la Revolución Industrial. Y los sistemas de IA lo hacen, irónicamente, alimentándose de la experiencia de los mejores, cuyo trabajo proporciona los conjuntos de datos con los que se entrenan.
Las implicaciones de estos hallazgos podrían ir mucho más allá de la cuestión del salario y las oportunidades. Hemos organizado gran parte del trabajo intelectual en torno a la idea de que hay una enorme variación tanto en la calidad como en la cantidad de trabajo que produce la gente. En cierto sentido, toda la idea de profesionalidad se basa en la noción de talento. Algunas personas son realmente buenas en su trabajo, se piensa, y vale la pena darles mucho dinero para que trabajen para ti. Por eso nos suben el sueldo por acumular títulos, experiencia y conocimientos. Y por eso las empresas han desarrollado complicados sistemas de gestión del rendimiento para eliminar a los que rinden menos y recompensar, retener y ascender a las superestrellas.
Pero si la IA conduce a un mundo en el que los empresarios obtienen más o menos el mismo trabajo de todo el mundo —independientemente de la formación, los años en el trabajo o el talento inherente— se abren todo tipo de posibilidades descabelladas para el futuro del trabajo. ¿Empezarán las empresas a pagar el mismo salario a todos los empleados, independientemente de su antigüedad? ¿Serán los ascensos cosa del pasado? ¿Cómo criaremos a nuestras familias y ahorraremos para la jubilación si no hay posibilidad de progresar salarialmente? ¿Los departamentos de RRHH prescindirán por completo de las evaluaciones de rendimiento, que tanto tiempo requieren? Y si los jefes dedican actualmente la mayor parte de su tiempo a entrenar, persuadir y gestionar a los que menos rinden, ¿qué ocurrirá con sus puestos de trabajo cuando ya no queden los que menos rinden?
Si tomamos al pie de la letra los recientes estudios sobre IA, lo más inteligente para los empresarios sería contratar a novatos con sueldos baratos y deshacerse de las superestrellas veteranas que ganan mucho dinero, aplicando un sistema de arbitraje al estilo de Moneyball en la era ChatGPT. Pero el caso es que he hablado con muchos ejecutivos durante el último año sobre cómo se están replanteando sus planes de personal, y ni uno solo ha hablado de deshacerse de sus peces gordos. De hecho, muchos de ellos me han dicho, en privado, que pretenden hacer exactamente lo contrario. Pretenden contratar a menos principiantes recién salidos de la escuela, ya que la IA puede asumir cada vez más las tareas sencillas y bien definidas que estos trabajadores más jóvenes han realizado tradicionalmente. En cambio, quieren aumentar el número de expertos que se encarguen de las tareas complicadas que todavía son demasiado difíciles para las máquinas.
Sin embargo, si tuviera que adivinar, diría que esta tendencia no durará. Algunos empresarios con iniciativa apostarán por contratar a candidatos con menos experiencia y mejorar su rendimiento con IA. Ahorrarán mucho dinero en salarios y, a partir de ahí, la práctica se extenderá inevitablemente. Esto abrirá todo tipo de oportunidades para que los aspirantes a profesionales consigan un empleo. Pero para los veteranos profesionales, sospecho que se avecina una embestida en la que ser bueno en tu trabajo ya no ofrecerá las protecciones y ventajas que ofrecía antes. En profesiones como la abogacía o la gestión, el talento se ha considerado durante mucho tiempo un billete hacia el éxito, merecedor de abundantes recompensas.
Ahora, en la era de la igualdad de la IA, puede convertirse en un costoso lastre.