Es curioso pero la mujer solo disfruta del sexo cuando su cerebro alcanza la desconexión y las constelaciones neuroquímicas y neurológicas se alinean hacia el orgasmo, la diversión y el placer.
Digamos que cuando una mujer se excita, los impulsos cerebrales recorren los centros del placer y disparan al orgasmo siempre y cuando la amígdala, estructura responsable del temor y de la ansiedad cerebral, esté desactivada.
Así, el disfrute del intercambio sexual requiere que, en cierto modo, la amígdala se desenchufe de las preocupaciones y de las decisiones que pesan sobre nuestra mente y que pueden estropear el momento en el último minuto.
Dejarse llevar por el estallido de los impulsos
El hecho de que la mujer requiera este “paso neuronal extra” puede explicar por qué tarda más que el hombre en alcanzar el orgasmo. Así que, sabiendo esto, nuestros compañeros sexuales deben tener paciencia e ir despacio si todos queremos disfrutar plenamente del juego.
Aunque el sistema es delicado, la conexión cerebral es tan directa como la acción. El clítoris es un pequeño órgano repleto de terminaciones nerviosas que están directamente conectadas con el centro del placer femenino.
De hecho, el clítoris tiene una única función en el sexo: dar placer y hacer gozar a la mujer. Así que la sola estimulación de este dispara la actividad electroquímica y desencadena multitud de sensaciones.
Así llega el clímax, promovido por la acción de la dopamina, la oxitocina y las endorfinas. Sin embargo, si la estimulación es poco eficaz, el clítoris es escasamente sensible o las preocupaciones inundan el camino, el impulso no puede llegar a nuestro cerebro.
Esto explica por qué el umbral del éxtasis no es posible si la mujer no está relajada, cómoda, abriga y mimada. Como se suele decir, hace falta tener los pies calientes para disfrutar del sexo.
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La delicada interconexión entre lo psicológico y lo físico
Curiosamente la delicada interconexión entre lo psicológico-emocional y lo físico en el placer femenino es algo que ha resultado confuso tanto a la ciencia como a los amantes varones.
Todo ha sido objeto de medición: la espalda arqueada, los pies calientes, el aliento entrecortado, los gemidos involuntarios… Todo. Y todo ha resultado sin éxito a la hora de concluir.
Sin embargo, con los avances de la neurociencia hemos podido comprobar qué es lo que sucede en nuestro cerebro cuando estamos a punto de tener un orgasmo. Veamos qué pasaría si sometiéramos a una mujer en pleno intercambio a una Resonancia Magnética Funcional.
Imaginemos que la mujer está en la cama acariciándose con su pareja. Con los besos, las caricias y los abrazos ciertas áreas cerebrales irían rebajando su nivel de actividad mientras que las relacionadas con los genitales y el pecho se iluminarían.
Este artículo ha sido escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana