Un mecha, pronunciado meca, es un robot o máquina gigante que suele estar pilotado por un humano. Si te suena este concepto es porque has leído cómics o visto películas o series en los que aparecen estos colosos de metal. En el mundo real, no existen como tal. Salvo excepciones creadas para exposición. Pero en la ciencia ficción, especialmente en Japón, los mechas han protagonizado aventuras desde hace muchas décadas. En dibujos y acción real. Sin embargo, hoy toca hablar de un mecha o robot gigante fabricado en Estados Unidos. El Beetle. También conocido como robot Beetle o GE Beetle.
El Beetle, que en inglés significa escarabajo, fue un robot gigante que debía hacer las funciones de manipulador móvil de grandes dimensiones. Como una grúa o un elevador. Encargado por las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, esta mole de metal debía transportar material y armas atómicas para el mantenimiento y puesta en marcha de una flota de bombarderos nucleares. Y si ya de por sí, esta tarea era peligrosa e intimidadora, mucho más intimidante era su aspecto. Con grandes brazos mecánicos y una base como la de un tanque antiaéreo que le permitía moverse por cualquier terreno.
Este mecha gigante made in USA se creó en 1959. Una época en la que todavía no había explotado la fiebre por los robots gigantes en Japón. Y mucho menos en el resto del mundo. En Estados Unidos, la era atómica estaba en su apogeo. Y el fantasma de la Guerra Fría impulsó a la industria armamentística a crear toda clase de prodigios tecnológicos para uso militar. Curiosamente, pese al paso del tiempo, el aspecto del Beetle encaja con los cánones de la ficción mecha. Y no nos extrañaría nada verlo en una película de Hollywood o en el último éxito de anime japonés. Pero, para bien o para mal, no llegó a entrar en funcionamiento.
Las características técnicas del Beetle
El Beetle, robot Beetle o GE Beetle fue un encargo del Air Force Special Weapons Center. Que podríamos traducir como Centro de Armas Especiales de la Fuerza Aérea. Para llevar a cabo este ingenio metálico se contrataron los servicios de Jered Industries, una empresa de Detroit que, a su vez, fue contratada por General Electric. De ahí las iniciales GE del Beetle. El proyecto empezó en 1959 y fue completado dos años después, en 1961. Y el coste aproximado de cada unidad fue de millón y medio de dólares de la época.
Este mecha o robot gigante pesaba más de 77 toneladas. Y sus medidas eran de casi 6 metros de largo (5,79 metros), por 3,66 metros de ancho y 3,35 metros de alto. Sus brazos medían casi 5 metros de largo y en interior solo cabía una persona, el piloto. Para moverse, el Beetle empleaba el chasis inferior de un M42 Duster. Un tanque antiaéreo creado en 1952 por la General Motors y que se empleó en la guerra de Vietnam, entre otros conflictos con participación estadounidense. La velocidad del robot Beetle era de 8 millas por hora. Gracias a su motor de 500 CV de potencia. Lo que equivale a casi 13 kilómetros por hora.
En cuanto a su aspecto, recuerda a robots de la ficción como Johnny 5 de Cortocircuito (1986) o el más reciente Wall-E de la película homónima de 2008. Pero de mayor tamaño. Como los mechas de Aliens: el regreso (1986). Para moverse, empleaba la parte inferior de un tanque, movido sobre ruedas de oruga. Encima de ese chasis, una cabina de control que podía elevarse mediante cuatro pilares extensibles. Y a lado y lado de la cabina central, dos brazos diseñados para manipular objetos pesados como ojivas nucleares.
El primer gran robot de la era atómica
Según un artículo de la revista Popular Science de mayo de 1962, los brazos del Beetle bien podrían romper una pared de cemento. O colocar un huevo en el techo de una casa gracias a la precisión de sus brazos de acero inoxidable. Algo que se pudo comprobar en una demostración pública. Pero su uso principal era trabajar con material atómico. De ahí que la cabina estuviera reforzada con acero y plomo. Tal y como cuenta la revista científica, el Beetle podría transportar partes de un cohete espacial o reemplazar partes rotas o averiadas de una planta de energía o de un reactor nuclear. Y en caso de un ataque nuclear, podría acudir al lugar de los hechos para socorrer a los heridos.
Lo que no contaba Popular Science, porque no estaba bien visto, era que su objetivo principal iba a ser realizar tareas de soporte y mantenimiento para una futura flota de bombarderos nucleares armados con misiles atómicos. Recordemos que estamos en plena Guerra Fría. Y que Estados Unidos y la Unión Soviética libran una competición por ver quién desarrolla antes bombas atómicas y armamento más sofisticado que el del rival. Aunque solo sea para disuadir al enemigo. Visto el efecto que causaron las dos bombas atómicas lanzadas sobre población civil por Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial.
Y precisamente porque su labor era lidiar con material atómico, es decir, radiactivo, recibió el nombre de Beetle, escarabajo, un animal que tiene fama de resistirlo prácticamente todo. Y que en una supuesta hecatombe nuclear, sería de los pocos supervivientes. En el caso del robot gigante estadounidense, la cabina estaba reforzada para que el piloto sufriera la menor dosis posible de radiación. En concreto, la parte exterior era de acero. Pero en el interior había unas 12 pulgadas de plomo. Es decir, unos 30 centímetros.
Todo lo que sabemos del robot Beetle
Más curiosidades del robot Beetle. La cubierta para entrar a la cabina pesaba casi 7 toneladas. Algo inevitable debido al refuerzo para evitar la radiación. En consecuencia, para que el piloto entrase en el robot eran necesarios unos elevadores hidráulicos con unas varillas de guía. El proceso podía llevar varios minutos. Una vez dentro, la cabina contaba con su propio sistema de aire acondicionado, un sistema de televisión para ver el exterior. Y dos transmisores receptores de radio separados. También contaba con una ventana frontal reforzada y cuatro ventanas laterales, dos a cada lado. Cada una, con un vidrio especial de siete láminas.
Otra característica de la cabina, y del robot en sí mismo, es que contaba con elevadores. De manera que el sistema hidráulico integrado permitía aumentar su altura en hasta ocho metros. Imprescindible para alcanzar objetos altos en edificios e instalaciones. A esto contribuían los brazos, colocados a ambos lados de la cabina. Tal y como explica Popular Science en 1962, “hay cuatro mecanismos separados para elevarlo: el sistema hidráulico regular, una bomba hidráulica alimentada por batería, una bomba manual en el reposabrazos izquierdo del operador y una bomba manual fuera de la cabina”.
La prensa de la época explica que el Beetle iba a formar parte de una familia de robots gigantes que formarían parte de un proyecto de 500 millones de dólares de la época, desarrollado a lo largo de diez años, y que implicaba el desarrollo de una flota de aviones armados con ojivas nucleares. Sin embargo, aunque el aspecto de este mecha es amenazante, su funcionamiento estuvo acompañado de errores y problemas debido a la complejidad de sus circuitos y demás elementos mecánicos. Entre otros detalles.
Por otra parte, en la cabina había muy poco espacio para el conductor. “El asiento del operador no es un lugar para un tipo con claustrofobia. Es inquietantemente opresivo, incluso cuando la escotilla está abierta de par en par”. Y en cuanto a la temperatura de la cabina, “el aire acondicionado de tres toneladas mantiene un ambiente confortable”. Entre 22 y 25 grados con un 60% de humedad.
¿Por qué no hay robots Beetle hoy en día?
Pese a sus problemas de comodidad para el piloto, su elevado coste y sus problemas de funcionamiento en sus primeras pruebas, el robot Beetle resultaba una buena herramienta para trabajar en situaciones de peligro o con material radioactivo. Como armas atómicas o instalaciones nucleares. Sin embargo, el proyecto del que formaba parte, el desarrollo de una flota de aviones con ojivas nucleares, no llegó a plasmarse. Algo que la humanidad puede agradecer a quien decidiera cancelar el programa.
Una vez cancelado el proyecto, que recordemos, iba a tener un coste de 500 millones de dólares de la época, el robot Beetle, único en su especie, dejó de ser útil. Iba a formar parte de una familia de robots gigantes que realizarían tareas de soporte y mantenimiento. Pero al no ser necesarios, su desarrollo también se aparcó. De haber contado con financiación, sus responsables podrían haber incorporado mejoras para tareas de rescate o para uso civil.
Pero aunque el Beetle ha sido olvidado por la historia, sus descendientes son muy populares. Solo tenemos que echar un vistazo a la exploración espacial o a los robots empleados en desactivación de explosivos o en la lucha contra incendios. De menor tamaño, claro está. Accionados por control remoto. Y repletos de sensores y tecnología avanzada que era inexistente en los años 60 del siglo XX.