Soy una de las prisioneras intercambiadas entre Rusia y Estados Unidos: esto es lo que sentí al volver ser libre por fin

El jueves, un oficial de FSB, los servicios  de inteligencia rusos, nos dijo que seríamos liberados como parte de un intercambio de prisioneros. Era el milagro que habíamos estado esperando y deseando, pero al principio no les creí.

Me habían mentido durante dos años y medio, cada día, y yo estaba segura de que para salir de la cárcel tendría que cumplir el resto de mi sentencia. Además, los presos políticos rusos no tienen el privilegio de ser liberados anticipadamente.

No quería dejarme engañar por la esperanza, porque la decepción sería demasiado dolorosa. La mañana del intercambio, mientras nos movían de un lado a otro, no sabía que el intercambio de prisioneros estaba ocurriendo. Estaba asustada. Me sentía como una rehén y temía que pudiéramos morir.

La liberación fue un proceso extremadamente complicado. Finalmente, llegué a Ankara, Turquía. Allí se nos permitió llamar a nuestros familiares y seres queridos. Llamé a Sonia, mi novia, y descubrí que estaba en Estambul. Mi novia y yo estábamos en el mismo país. Fue una sensación fantástica. Aquella mañana estaba en una celda oscura y fría y por la noche terminé de pie sobre una alfombra suave con aire acondicionado. Fue como pasar de la oscuridad a la luz.

Me trasladaron de Turquía a un hospital cerca de Frankfurt. Allí, hice una videollamada con Sonia. Fue increíble. Me dijo que vendría a Alemania y le pedí a los guardias que la dejaran entrar cuando llegara.

Cuando finalmente me reuní con Sonia, fue como si nada hubiera cambiado. Era la misma que antes de mi encarcelamiento, como si el sistema nunca nos hubiera separado. Cuando nos besamos, me sentí como la persona más afortunada del mundo. Una hora después, llegaron mi madre y mi hermana. No sabía que vendrían ese día; me sorprendió mucho.

Todos sabían que lo único que quería hacer era caminar, caminar y caminar; usar mis piernas y no tener las manos atadas detrás de la espalda.

En el centro de detención en Rusia había un pequeño patio donde corría en círculos, pero no era suficiente para ser una persona saludable. Lo que quería era caminar por las calles, ver el sol y el cielo. La primera noche que llegué, caminé hasta el patio y toqué las flores, el césped y los árboles. Solo quería sentirlos.

Desde un autobús vi las calles; el cielo era hermoso. Hace tres años, el cielo me parecía una cosa normal y corriente. Ahora, cuando lo miro, me fijo en lo azul y soleado que es, y veo toda la belleza del mundo.

Cuando estaba detenida, las personas que me encarcelaron querían que estuviera siempre incómoda, pero me dije: «A la mierda, voy a intentar tener una buena vida». Traté de centrarme en las cosas simples y buenas, como ver el sol o tomar un café, las cosas muy pequeñas a las que te aferras para vivir.

En la cárcel no quería llorar. Me gusta llorar y sé que puede ser útil, pero en la cárcel no quería porque había cámaras, otros compañeros de celda y guardias. Si descubrieran que estaba rota, me romperían más. Pero cuando ven a una persona fuerte y estable, comienzan a respetarla. Así que el día que nos liberaron lloré por esos dos años y medio. Me ahogué en las lágrimas que no había podido derramar antes.

Todavía estoy traumatizada. No puedo dormir sin la luz encendida y tengo miedo a los ruidos fuertes. Creo que pasaré años lidiando con este trauma. Después de todo, he vivido una serie de experiencias muy traumáticas: desde mi arresto hasta pasar hambre en el centro de detención, y más cosas.

Pero después de mi liberación, aunque me faltaba sueño, había perdido apetito y había pasado por un trauma, me sentía eufórica. Todavía me asombro cuando me doy cuenta de que puedo comer con un tenedor, abrir y cerrar una puerta y ducharme cuando quiera. Estos son los verdaderos privilegios de las personas libres.

Es como el aire. Cuando estás respirando, no lo notas. Pero cuando te privan de él, sientes su ausencia. Esto es la libertad, una libertad que solo puedes apreciar cuando has estado en la cárcel.

El mensaje principal que quiero que el mundo escuche es que no soy una persona especial. La única razón por la que terminé en ese avión es por el apoyo y la campaña mediática que se hizo para salvarme. Esto fue gracias a mis seres queridos, amigos y aquellos amigos que aún no he conocido.

Ese era el mensaje que quería dar cuando hice la performance que me llevó a la cárcel: que el mundo vea una historia de amor real.