Así se la ha jugado Trump a Elon Musk

Nadie se ha arrastrado por Donald Trump tanto como lo ha hecho Elon Musk.

Bien es cierto que Musk lleva tiempo cargándose su imagen de multimillonario altruista a lo Tony Stark, concretamente desde que compró Twitter y lo convirtió en una Casa Mojo Dojo (como hace Ken en la película de Barbie al imponer su visión machista) de extrema derecha. Pero ha sido su aduladora charla con Trump lo que ha rematado el asunto.

El hombre que afirmaba que sus principales objetivos eran salvar a la humanidad, defender la libertad de expresión y guiar al mundo hacia un futuro mejor se mostró como un perro faldero más, degradándose de una forma muy torpe ante el político para servir a su riqueza.

Y no es el único que ha destruido su imagen pública al arrimarse a Trump. Al igual que Musk, que ha comprometido 45 millones de dólares al mes a la campaña del expresidente (unos 40,7 millones de euros), otros multimillonarios han recaudado y donado grandes sumas para el Donald Trump. Pero la diferencia es que otros no permiten que los humille públicamente. A esas situaciones se exponen solo los que buscan un beneficio evidente o quieren unirse a su administración.

En otras palabras, quienes quieren sacar provecho del poder político comienzan a quemar su imagen pública una vez lo han conseguido. Pero Musk se ha adelantado a los acontecimientos.

Tras ver la charla del otro día, en la que el ego de Trump se imponía a cualquier cosa que pudiera decir Musk, nadie en un radio de miles de kilómetros de Mar-a-Lago [residencia privada de Trump] cree que pueda seguir subido al carro de Trump. Nadie excepto el propio Musk, que parece estar en Marte (políticamente hablando).

Al comienzo de la charla, el CEO de Tesla dijo que su intención era dar a los estadounidenses la oportunidad de conocer a Trump, como si este no hubiese sido ya presidente. Como si Musk tuviera el poder mediático necesario para arrojar nueva luz sobre Trump. Comentó además que quería permitir a Trump hablar en un entorno seguro, como si no celebrara mítines una vez por semana.

Una entrevista de este tipo podía tener sentido en el 2015. Nueve años después, se puede afirmar con seguridad que todo el mundo sabe lo que representa. De hecho, otros donantes ricos de Trump se están preguntando por qué están donando dinero a un candidato que ya está tan «bien definido». Y entonces entra Musk en escena, que se ha acercado a la política con la misma ingenuidad que los pioneros en cripto, que trataron de reinventar las finanzas, sin saber que todo lo que estaban haciendo ya se había hecho.

Quienes quieren sacar provecho del poder político comienzan a quemar su imagen pública una vez lo han conseguido. Pero Musk se ha adelantado a los acontecimientos

En la práctica, el chapucero evento de Musk se saldó con 45 minutos de fallos técnicos antes incluso de que comenzara su conversación con Trump. Y entonces Elon comenzó a quemar su reputación. Durante las dos horas y siete minutos que duró la conversación, Trump se dedicó a pisotear una y otra vez los valores que construyeron la marca Musk.

Cuando el expresidente afirmó que la mayor amenaza para la humanidad no era la crisis climática (en parte porque proporcionaría a los humanos más propiedades frente al mar), Musk respondió con un «de acuerdo». Cabría pensar que el hombre que en 2016 dijo que los ciudadanos debían «rebelarse» contra la industria de los combustibles fósiles y denunció sus subvenciones gubernamentales tendría más que decir al respecto.

Pero no. Lo que hizo Musk fue pedir a la audiencia que no demonizara a la industria del petróleo y el gas e insistió en que el clima podía esperar. Solo después de una hora y media, cuando Trump empezó con sus rancias y desquiciadas divagaciones racistas, Elon ofreció una endeble defensa de la realidad de la emergencia climática.

El CEO de Tesla/SpaceX/X quedó fatal ante Trump hablando de su tema principal, y después el expresidente tomó el control de la charla, llevando a Musk a airear algunas de sus opiniones más extrañas.

Elogió a Trump por no silenciar a los medios de comunicación durante su mandato, como si la libertad de prensa fuera algo que un presidente otorga amablemente a los ciudadanos estadounidenses a su discreción. Comentó también que quiere deshacerse del Departamento de Educación, y además ofreció una defensa de las energías renovables que sonaba delirante.

«Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas, pero ahora vuelven a ser ciudades llenas», dijo Musk mientras argumentaba ante Trump las bondades de la energía nuclear. «Eso es genial», respondió Trump, aburrido.

Evidentemente, el objetivo de esta charla y de todo el apoyo que el CEO de Tesla está dando a Trump, es que este apoye su agenda política, sobre todo la desregulación que permite a las empresas de Musk hacer lo que quieran mientras reciben grandes subvenciones del Gobierno para sus proyectos. Está claro que el robusto libertario necesita algo de Washington, o no lo estaría pidiendo.

Ha admitido públicamente que quiere acabar con las regulaciones climáticas de Estados Unidos para desincentivar a los grandes fabricantes de automóviles a fabricar vehículos eléctricos y mantener el dominio de Tesla en el mercado. No obstante, cada vez que Musk intentaba que Trump respaldara esta ética de «ayuda para mí pero no para el resto» durante la charla del lunes, fue ignorado. Musk no parece solo dispuesto a gastar mucho dinero para salirse con la suya, sino que también se prostituye por ello.

Definitivamente, no fue exactamente el tipo de discurso que uno querría oír de alguien cuyo objetivo (declarado) es salvar a la humanidad. El insensible y falso intelectualismo de Musk solía ser algo que apreciaban solo aquellos muy conectados a Internet; ahora, su implicación con Trump lo ha hecho evidente para todo el mundo.

Al parecer, sus valores políticos se reducen a votar a un candidato que detesta la prensa libre y quiere «perforar, nene, perforar». Antes, Musk solía hablar mucho de la urgencia de la crisis climática de la Tierra. Esto atrajo miles de millones en inversiones para sus proyectos tanto en los mercados privados como públicos. Ahora parece que no iba realmente en serio; al menos, no si va en serio lo de Trump. Mucha gente rica y poderosa, como el multimillonario petrolero Harold Hamm, tienen claro por qué apoyan a Trump, y ahora queda claro que Musk no es diferente. Nunca lo fue.

Estúpido Soros

Los intentos de Musk de utilizar a Trump para su beneficio personal no son su único intento de introducirse en la política electoral. Según los primeros resultados de estos otros esfuerzos, no parece tener más éxito en influir en la microescala de la política que en trabajar en los pasillos sagrados del poder.

Finalmente, el activismo político de Musk ha sido un fracaso, según un reciente reportaje de The Wall Street Journal. Su objetivo declarado era hacer una campaña recaudatoria para registrar a unos 800.000 nuevos votantes que, en teoría, impulsarían a Trump. Elon recurrió a Joe Lonsdale, empresario de Silicon Valley, en abril para empezar a recaudar fondos. La propuesta de Lonsdale a los posibles donantes era que, si aportaban algo de dinero para poner en marcha la campaña, un benefactor rico y anónimo (Musk) se encargaría de financiar el movimiento y garantizar su éxito tras el lanzamiento.

Después, Musk contrató a Denis Calabrese, un consultor del Partido Republicano que en su día fue condenado a 18 meses de cárcel por evasión de impuestos y enfrentó un juicio mientras trabajaba en otro comité de acción política por acusaciones de haber recibido sobornos de proveedores. El asunto se resolvió extrajudicialmente.

Cuando los esfuerzos de Calabrese por Musk no dieron sus frutos (sin mencionar de las investigaciones de dos gobiernos estatales), fue despedido en julio y sustituido por hombres que trabajaban para el gobernador Ron DeSantis de Florida. Hasta ahora, parece que la campaña de Musk ha logrado poca cosa más allá de crear una web defectuosa y recopilar algunos datos de posibles votantes indecisos. El WSJ publicó que ni siquiera había enviado por correo los formularios de registro de votantes.

La verdadera influencia política, que requiere concentración, dedicación y organización, se le escapa

Si estás al tanto de todo lo que pasa en el «Muskiverso», esta incompetencia no te sorprenderá. El multimillonario fue estafado por 50.000 dólares (algo más de 45.000 euros) en 2019 después de que contratara a un delincuente para destapar trapos sucios sobre Vernon Unsworth, un buzo que rescató a un grupo de niños de una cueva en Tailandia y más tarde demandó a Musk, alegando difamación. Se trata del tipo de situación vergonzosa que un poderoso multimillonario nunca querría hacer pública. Pero ahora que ha entrado en la política de grandes fortunas, es inevitable que se evidencien estas cosas.

Durante las últimas semanas, el líder de Venezuela, Nicolás Maduro, un hombre fuerte y violento que se aferra al poder pese a todo, se ha referido a Musk como el «hombre del saco capitalista», un George Soros de derechas que está manipulando Venezuela a través de X. Musk respondió diciendo que llevaría a Maduro a Guantánamo en persona, montado en un burro. Ya, claro.

Dejando a un lado estas bromas y la propaganda autoritaria, hasta ahora, Maduro le está dando a Musk demasiado crédito. La charla de Musk con Trump tuvo 1,1 millones de oyentes simultáneos en su mejor momento, aproximadamente un tercio de la audiencia de Fox News en horario de máxima audiencia. Para su frustración, cuanto más tuitea Musk (si así es como se les llama ahora), menos gente quiere ver sus mensajes.

La verdadera influencia política, que requiere concentración, dedicación y organización, se le escapa. Cada día de los últimos dos años, Musk ha demostrado al mundo que, independientemente de la inmensidad de su riqueza, su poder se limita a tareas como azuzar a los trolls de Internet y molestar a los políticos de todo el mundo. En definitiva, no es un vengador.